Publicado en Interviú 29 de junio de 2009
El informe del Defensor del Pueblo destapó la caja de los truenos en los centros terapéuticos para menores pero también cuecen habas en los de Reforma y en los de Acogida: cerca de una veintena de menores inmigrantes denunciaron a mediados de marzo al centro de acogida de Deba, en Guipuzcoa por malos tratos. En sus testimonios relatan cómo un educador estampó la cabeza de uno de ellos contra un árbol después de que varios se negaran a fregar el suelo y que el maltrato y los insultos son habituales. Aseguran que en varias ocasiones la dirección del centro les presionó para que firmaran el alta voluntaria y se fueran a otra comunidad autónoma, amenazándoles si no con devolverles a Marruecos ya que cerca del 80 por cien de los internos de este centro provienen de ese país.
En Madrid son sobrecogedoras las cartas de niños y niñas del Centro de Reforma “Los Rosales 1” y “Puerta Bonita”, gestionados por la "Fundación y Asociación Respuesta Social Siglo XXI" (ARS). Desde 2006 han estado pidiendo ayuda a la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor sin que se haya puesto remedio.
Las cartas de los menores y las declaraciones de trabajadores a las que ha tenido acceso Interviú y de las que hemos extraído algunos párrafos, convierten el orfanato de Oliver Twist en un hotel de cinco estrellas:
En diciembre de 2005, un educador de Los Rosales, que luego pidió la baja voluntaria, comentó a un compañero que el subdirector del centro, “mientras el chaval estaba boca abajo en el suelo con un vigilante encima, le estuvo golpeando la cara con un “walkie-talkie”. Otro dice que “he llegado a ver cómo después de entrar un educador en una de las celdas, el menor se ha llegado a orinar de miedo”. “En alguna ocasión algún chaval ha tenido este tipo de contención física y mecánica y ha acabado, casualmente, con la cara hinchada: se le ha sacado al patio para que le diera el sol y los hematomas no fueran tan visibles. Cuando un chaval se queja más a menudo de lo normal, se le pide a ciertos educadores de confianza que le provoquen para poder engrilletarle y hacerle una contención física y mecánica”.
Las denunias por escrito de los educadores hablan de “continuas amenazas, lenguaje violento, conductas de intimidación y agresiones físicas por parte de la Dirección y Coordinación y que los educadores y técnicos especialistas carecen de titulación socio-sanitaria ni experiencia alguna en el trato con menores”.
Un tercero comenta que “Ha habido menores (siempre marroquíes) que han llegado a estar más de ocho semanas en aislamiento”. Otro dice que “se utiliza la actividad deportiva como una tortura física: los “entrenamientos” eran brutales. No puedes estar una hora y media sometiendo a un ritmo de entrenamiento a menores bajo condiciones pésimas”. Y es precisamente lo que refiere la carta de un menor: “El viernes 4 de julio de 2008.( ) La educadora Belén nos manda a los diez menores que éramos, hacer cien flexiones seguidas. Lo empezamos a hacer, pero cuando llevábamos treina o cuarenta, muchos menores nos detuvimos, y enseguida ella se pone a gritarnos ( ) Solicitamos que resuelvan y terminen con esta rutina y malvivir… Muchas gracias y perdonen las molestias causadas: vengan lo antes posible por favor para terminar con esta pesadilla. firmado xxx”.
“Hay tres patios para sacar a los menores -explica otro ex trabajador-. Uno de ellos tendrá unos 25 pasos por cinco. Siempre que el chico esté sancionado no puede dejar de andar. Tiene prohibido estar sentado ni pararse, apoyado en la pared o en cuclillas. Prohibido cantar, silbar o correr. Si hace algo de esto se le sube a la celda. La situación normal de los menores es salir una hora y media al día al patio para hacer deporte... que consiste en correr continuamente durante cincuenta minutos o una hora. Si llueve, no salen en ningún momento”.
“Hola, soy un menor infractor. Aquí en Los “Rosales” pasamos todos mucha hambre. ( ) También sufrimos malos tratos psicológicamente. Aprovechan su autoridad para humillarnos. A muchos inmigrantes (ecuatorianos, colombianos, dominicanos, marroquíes…), a los que somos de color negro como es mi caso y a algunos de mis compañeros nos dicen: “Putos negros váyanse a vuestro puto país que sois cucarachas”, etc. Y quiero que sepan que no pongo mi nombre por miedo a lo que nos puedan hacer. Atentamente: Un menor que se arrepiente más de estar aquí que por lo que hice.”
Otro chico dice: “Yo, un menor internado en el centro “Los Rosales” ( ) Hay un grupo de educadores ( ) que se dedican a meterse con los menores llamándolos por motes y además ( ) nos faltan el respeto y a nuestra dignidad gritándonos ( ) y están todo el día amenazándonos a la mínima con sanciones. ( ) También quiero comunicar que muchos de mis compañeros nunca escriben quejas porque tienen miedo a represalias. ( )Hace unos meses hicimos unas quejas y cuando el centro se enteró ( ) a los pocos días todos habíamos perdido privilegios. No tenemos intimidad. En las habitaciones hay altavoces que están todo el día encendidos. ( ) En las visitas tenemos cámaras y un educador todo el rato vigilando. ( ) Y si ustedes no me creen averigüen, que es verdad todo lo que escribo”.
Otro niño asegura que “Esta carta está escrita anónimamente por el miedo a lo que pueda pasarme. Quiero informar que en este centro pasamos mucha hambre, ya que las comidas que se nos dan son muy escasas y en mal estado. ( ) Nos humillan diciéndonos que no somos nada y que nos tendrían que dejar aquí más tiempo de lo debido porque somos basuras para la sociedad. A veces utilizan términos como “negro de mierda”. ( ) Por favor les pedimos una solución a todo esto, ayúdenos”.
En esta misiva X.R. dice haber estado ingresado “un año y cuatro meses. No me he sentido reformado sino con más odio por estar ahí dentro y sin tener que ver con la privación de libertad, ( ) hay abusos por parte de vigilantes y algunos educadores. Me refiero a abusos físicos, agresiones. ( ) Al entrar te tratan como a un perro ( ) tienes dos vigilantes dándote rodillazos en la espalda por detrás mientras te sientan, te gritan, te dicen que las manos las pongas boca arriba… La mayoría se dedica no a educarte, a hacerte la vida imposible, a buscarte sanciones y a provocarte para que saltes. ( ) Yo no guardo rencores, yo quiero que cambien a esas personas y que las echen y que las den su merecido legalmente porque son malvadas y malas”.
Otro ex trabajador se refiere a las condiciones de este centro: “He llegado a ver cómo un menor ha estado un mes entero en una habitación: Frío horrible en invierno, ventanas rotas... En verano había habitaciones donde daba el sol desde primera hora de la mañana hasta la noche, se calentaban de una manera brutal y el aire acondicionado podía pasar mucho tiempo estropeado. La alimentación es una auténtica bazofia. La comida es deleznable y asquerosa. La mayoría de las veces está quemada y fría y en poca cantidad. No es raro encontrar pelos o pequeños bichos. Está encharcada en aceite. Las bandejas y las jarras suben sucias. La subdirección ha llegado a comentar lo “arriesgado” que es comer en el centro porque que el aceite se reutiliza muchas veces y es de bajísima calidad. Los menús no se ajustan a criterios culturales y/o religiosos, especialmente en el caso de los internos musulmanes. Los menores suelen engordar de diez a veinte kilos desde que entran hasta que salen. Se defienden diciendo que hay un médico que vigila la dieta. Incluso hay menores que tienen alergia y te cuesta conseguir otro plato para ellos. A un menor al que le dieron un medicamento pasó toda la noche con un ataque de alergia importante pero hasta el día siguiente no le vió el médico, un anciano doctor que tiene parkinson. En alguna ocasión Juana Mateo Cedillo, la directora, ha advertido al equipo educativo que mire bien qué les receta a los chavales “ya que todos sabemos que ese médico no está muy bien” (palabras textuales)”.
N. L.P denuncia que “Siempre están diciéndonos que somos unos delincuentes y que vamos a quedarnos por ahí tirados como perros. Nos preguntan irónicamente si alguien nos quiere, que somos lo peor de la sociedad y cosas tan fuertes como que tendría que haber pena de muerte en España. Cuando nuestras familias nos traen ropa, tardan dos semanas en subirla. Si salimos con ropa no adecuada nos sancionan pero es que no tenemos ropa. La comida que nos dan es de pésima calidad, a veces nos suben de postre fruta podrida hasta con animales como gusanos, tijeretas, etc. dentro”.
El trabajador X continúa: “Cuando piden una manta se la han negado desde Coordinación diciendo de manera despectiva “que se joda”, “que la hubiese pedido antes”, etc. Los colchones son de gomaespuma con mordiscos y manchas, algunas de sangre y, cuando están en aislamiento se les retira. Las cortinas están sucias y muchas con desgarros. Sólo pueden desinfectar una vez a la semana su retrete y lavabo, aunque haya una o dos personas por celda. Se desatiende la obviedad de que los menores están en crecimiento; la Dirección no se preocupa por proveerse de tallas adecuadas. La ropa está sucia y, además, se comparte: los calzoncillos son comunes. En numerosas ocasiones las tallas son desproporcionadas, facilitando los insultos o motes por lo ridículo de su vestimenta. El calzado está usado y gastado y no suele corresponder con el número de cada interno. Es habitual que los menores corran, durante una hora, con zapatillas dos o tres números más pequeños. A los que trabajan en el taller de jardinería no se le proporciona vestimenta adecuada, teniendo que soportar temperaturas muy bajas con una sudadera de algodón. Manipulan herramientas peligrosas sin tener botas con puntas de acero. Durante la semana, los menores pueden llegar a desarrollar trabajos en jornadas de más de ocho horas. El mantenimiento corre casi en exclusiva por cuenta de los menores y sólo está dado de alta en la Seguridad Social el equipo de carpintería pero no el resto. Las demás actividades se “becan” con un máximo de tres euros al día”.
Otro trabajador que estuvo en el centro desde finales de 2006 hasta hace pocos meses pensó al entrar que “todos tenían una intervención psicológica individualizada ya que vienen con problemas sociales y legales distintos, con familias diferentes. La reinserción no existe aunque se asegure que se produce en un 75 por cien de los casos: los menores entran y salen una y otra vez. Colocan educadores y trabajadores muchas veces sin preparación, que improvisan. Un día escuchamos a un coordinador hablándoles de las formas para suicidarse”.
El estado de conservación de las dependencias también es objeto de reflexión para otros ex trabajadores consultados: “Goteras, plafones de luz descolgados, enchufes en mal estado, moho en baños, etc. Dimensiones de habitaciones insuficientes, iluminación muy deficitaria, imposibilidad de ventilación adecuada. Sistema de calefacción y aire acondicionado deficitario o inexistente. Estructuras potencialmente peligrosas para la integridad física de menores y trabajadores (el muro de ladrillos de la zona de deporte cayó la finales de febrero de este año una hora antes de la salida de los menores al patio), vallas de alambre rotas. Material de ocio, educativo y deportivo inexistente o en mal estado: porterías de fútbol no ancladas, material lúdico inutilizable. Que un centro, moviendo una cantidad de dinero muy importante, sea capaz de escatimar en comida, higiene...”
Declaración de otro educador, que estuvo en este centro desde 2005 hasta 2008. “Cuando me entrevistaron, confesé a Javier Torres, uno de los empleados, que nunca había trabajado con menores conflictivos. Me dijo que eso daba igual, que era una persona que físicamente imponía. El coordinador en esa época, que era Alejandro Reina Calleja, actual subdirector, aconseja que se debe procurar que los chavales cumplan la medida cautelar completa: intentar que no tuviesen ningún tipo de revisión de su condena para que no saliesen antes”.
Si se produce cualquier tipo de situación “embarazosa” para el centro, como por ejemplo que los menores se quejen en gran número a la Agencia del Menor Infractor que es quien da la gestión al centro, “son sometidos a fuertes interrogatorios con amenazas de quedarse sin ciertos privilegios y derechos. A los que no escriben esas cartas se les prometen premios o algún permiso. En estos tres años sólo hubo cuatro inspecciones”.
Desde la asociación Prodeni denuncian la complicidad de las administraciones: "Por poner un ejemplo, la Junta de Andalucía informó al Defensor del Pueblo de la existencia de un servicio de inspección a cada centro una vez al año, pero se calla, claro, que dicha inspección suele advertirse con quince días de antelación. Y en esas inspecciones no se requiere diálogo o conversación alguna con los niños y niñas: es decir, no se les pregunta".
Tras el escándalo de la ONG O´Belén, Conde-Pumpido, el Fiscal General, ha ordenado inspecciones periódicas en los centros de menores. Serán trimestrales, sin aviso previo, y con entrevistas al personal y a los niños.
“Evidentemente -prosigue X- se tiene mucho más cuidado con los presos vascos que con los chavales marroquíes que no tienen familia o apoyo exterior. Si cualquiera quiere hablar con su abogado o con el juez, tenemos órdenes (no escritas) de no facilitarles las llamadas en el momento e informar a nuestros superiores. Coordinación y la Dirección del centro prometen compensarles si no telefonean. Las llamadas deben hacerse con un educador delante, que tiene órdenes de cortar si hablan de lo que sucede en el centro e informar de lo que dicen. También se escuchan las llamadas a través de interfonos. Se les prohíbe hablar en su lengua materna y se les sanciona si lo hacen,
“Las cartas se abren y se leen. Yo he sido testigo. Una de las coordinadoras del centro ha leído cartas en público riéndose de lo que ponía y otros compañeros han observado que algunas estaban sospechosamente mal cerradas. En una ocasión uno de los coordinadores contaba cómo se podía abrir una carta de manera que parezca que no se ha abierto”.
Hay sólo una trabajadora social y una psicóloga para todos los internos, que han llegado a ser más de treinta. .
Alberto Fernández de Sanmamed, presidente del Consejo General de Colegios de Educadores Sociales, destaca la precaria "supervisión " que existe desde la administración y que, en la mayoría de los casos, "se deja en manos de las entidades privadas contratar a los profesionales. Trabajan personas sin titulación universitaria o con una titulación inadecuada. En muchas ocasiones nos encontramos que solicitan perfiles de personal de seguridad para realizar labores supuestamente "educativas”". “La mayoría de los cuidadores -denuncia Prodeni- son elegidos por su fortaleza física o por su mal carácter".
Mi nombre es ( ) y he sido trabajador de Los Rosales durante un año y medio. Empecé en 2006 hasta el 2008. El régimen disciplinario es el texto más importante que el educador tiene que conocer. La premisa básica consiste en que el menor debe cumplir íntegra la condena. No se ponen juntos a chicos que tengan el mismo perfil. Al contrario: se busca un enfrentamiento para conseguir sancionarles.”
Sin embargo, esta carta de dos adolescentes aroja una pequeña luz al fondo del tunel. Aún no han perdido del todo su confianza en los adultos: "Agradecimiento a los educadores que, a dia de hoy, siguen a nuestro lado, dando ejemplo al resto de "profesionales " de los centros. Ellos sí nos ayudaron y nos continuan ayudando, caminando de la mano con nosotros en esta lucha para que todo esto acabe cuanto antes, y que nuestros compañeros y compañeras puedan dejar de sufrir en silencio."
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